En aquella época, en Europa habían surgido nuevos planteamientos educativos, como por ejemplo el método Montessori. Así pues, de la mano del Patronato Escolar de Barcelona, la ciudad Condal acabó situándose en la vanguardia pedagógica europea, y la Escuela del Mar, convirtiéndose en uno de sus referentes. La situación de la escuela pública a principios del siglo XX era lamentable. La falta de recursos y la falta de voluntad política para luchar contra el analfabetismo se unían al lado de la falta de edificios para las escuelas. Ante este penoso panorama, en 1914 el Ayuntamiento de Barcelona empezó a considerar la cuestión escolar de vital importancia, así dos años más tarde se creó la Comisión de Cultura que tenía entre sus objetivos impulsar la creación de nuevas escuelas, establecer un buen sistema sanitario para los niños y niñas que iban a la escuela y buscar un responsable que cuidara y vigilara el sistema educativo.
La responsabilidad del sistema educativo recayó en Manuel Ainaud Sánchez, un barcelonés, que entonces era presidente del Ateneo Enciclopédico Popular. Como presidente del Ateneo, Manuel Ainaud organizó una intensa campaña en favor de la escuela pública a través de la prensa, impartiendo conferencias en entidades obreras y dirigiendo manifestaciones ciudadanas. Su única preocupación, era una escuela pública gratuita y de calidad.
La idea de una escuela cerca del mar destinada a niños que, sin estar enfermos, tenían una salud precaria y es hacía aconsejable una educación al aire libre y cerca del mar ya se había planteado otras veces.
Impulsada según los cánones de la educación nueva europea y la educación activa, surge la Escuela del Mar. En Barcelona ya existía otra escuela con los mismos principios, con una situación también privilegiada y un nombre igual de significativo: la Escuela del Bosque, ubicada entre los árboles de la montaña de Montjuïc. El objetivo era formar buenos ciudadanos La escuela era la sociedad ética, culta y cívica en que se quería transformar Cataluña .. su lema: Aprender a pensar, a sentir y amar. Se trabajaba en una idea innovadora, de renovación constante, de acercamiento a la realidad que rodea a los niños, con una amplia visión del mundo. Su eje era una formación integral de los alumnos, a través de una enseñanza individual y participativa. La mayoría de clases se hacían al aire libre, la expresión corporal y la música tenían un papel muy importante. Además, ya eran escuelas mixtas. El día 26 de enero de 1922 se inauguró la Escuela del Mar, diseñada por el arquitecto Josep Goday. Se trataba de un magnifica construcción en madera desmutable, de tres cuerpos en forma de U abierta, de dos pisos, puestos encima de columnas de piedra que descansaban sobre un basamento de cemento
Tenía una espaciosa playa propia, en todo momento animada por los niños, los que se puede decir que desarrollaban casi todas sus actividades.Con unas escaleras levadizas para bajar a la arena y una profusión de ventanales sobre el mar, daba la sensación, al visitarla, de un verdadero barco. El primer director de la Escuela del Mar fue Pere Vergés, que dirigió el centro hasta que se retiró a los 66 años. Vergés adaptó las normas de la escuela nueva, con la participación de los niños en actividades, como la biblioteca, el teatro de marionetas o el ajedrez. Además, Pere Vergés y sus maestros creían en los beneficios que tenía para los niños el contacto con la naturaleza, el aire y el mar, así como el papel importantísimo de los juegos. Allí el alumno era el protagonista de su proceso de aprendizaje, aprendía activamente a ser ciudadano. La responsabilidad, el gobierno, la gestión de los recursos y espacios, estaban en manos de los alumnos; solamente la educación, basada en enseñar a aprender, estaba en manos de los profesores. Los alumnos se agrupaban en tres colores, blanco, azul y verde, los colores del mar, que actuaban como si fueran partidos dentro de la república escolar.
Cada color escogía democráticamente su presidente. Entre ellos competían en concursos literarios, ajedrez, gimnasia … para conseguir puntos. Además, el ejercicio de las responsabilidades individuales y colectivas (jardinero, cronista, meteorólogo, higienista …) también afectaban a la puntuación del color. El color que conseguía más puntos era el encargado de formar el Consejo General, que era el responsable de la buena marcha de la escuela. A través de la responsabilidad en la organización de la escuela, los alumnos se autodisciplina.
La limpieza y la higiene también eran factores muy importantes.
La biblioteca era el espíritu de la escuela, y cada vez que se devolvía un libro tenía que hacer un resumen explicando por qué le había gustado o no a quien lo leyó. Uno de los ejes vertebradores eran las crónicas. Cada día, los alumnos tenían que hacer una crónica de cómo se convirtió en el día y explicar los hechos más relevantes. Uno de los días más importantes y que un buen cronista no podía pasar por alto era cuando llegaban las primeras golondrinas, símbolo del buen tiempo y que pronto podrían bañarse y jugar en el agua. Uno de los lugares preferidos por los estudiantes era la sala de música. Con una gramola escuchaban a Mozart, Beethoven, Tchaikovsky entre otros. Tenían una revista, Garbí, creada por propia iniciativa de los alumnos. Al principio se escribía a mano, pero debido al éxito y la implicación de los alumnos, lograron suscriptores y llevarla a la imprenta
Y el recuerdo, más sorprendente: tenían una barca, con la que salían a hacer algunas clases de geografía cuando hacía buen tiempo.
El 7 de enero de 1938, en plena Guerra Civil española, la escuela fue bombardeada y destruida por la aviación italiana al servicio de los golpistas franquistas, y se tuvo que trasladar a Montjuïc, en un edificio donde hoy está el Museo Etnológico . Estuvieron allí hasta el 1948, cuando volvió a cambiar de ubicación en quedarse pequeña.
después la escuela se trasladó al barrio del Guinardó, donde continua en la actualidad.
El franquismo destruyó también la forma pedagógica y escolar de la República, se abandonaron las ideas innovadoras y se impuso la separación de sexos y una educación coercitiva, donde la Iglesia católica tuvo un papel determinante. Pero ante esto, Pere Vergés no decayó y siguió adelante, manteniendo vivo su sueño, trampeando a las autoridades ya los decretos sobre educación, tan contrarios a su forma de entender la pedagogía.
A pesar de estos cambios de ubicación, la Escuela del Mar, siempre ha conservado su esencia y el espíritu inicial. La obra de Pere Vergés continua vigente después de casi cien años. Su nuevo hogar fue la montaña del Guinardó, lejos del mar, en un edificio que había sido una antigua residencia particular, adquirida por el Ayuntamiento de Barcelona. Este edificio era la antigua masía de Can Sors, y ha sufrido muchas modificaciones hasta convertirse en escuela.
Hoy día en el barrio del Guinardó, concretamente en la Calle Génova 12 de este barrio tan poco marinero podemos encontrarnos un gran recinto ajardinado que curiosamente se llama «escuela del mar«.
Una placa junto a la playa de la Barceloneta, inapreciable por muchos bañistas, recuerda este pasado de la Escuela del Mar en este barrio marítimo de Barcelona.
La meva mare i els meus tiets van anar i
Gran escola
Yo fui a la Escuela del Mar del Guinardo, nunca la olvidaré siempre estará en mi corazón, su metodología mi ayudado a saber pensar, amar y ayudar.