La fachada gótica es la fachada más antigua del edificio y se encuentra en la calle de la Ciutat, concretamente en la antigua decumanus romana (eje Bisbe-Ciutat-Regomir). Esta fachada la construyó Arnau Bargués entre 1399 y 1402, pero quedó desplazada como secundaria a principios del siglo XIX. Esconde diversas curiosidades del gótico civil catalán, por ejemplo, el dominio de la horizontalidad y las formas sólidas, los ventanales de arco apuntado en la planta noble, y otros elementos escultóricos en torno a la entrada. La curiosidad que presenta esta fachada es que está doblada, tal como puede verse en el arco de la puerta principal, que hace esquina. Eso se debe a la construcción de la nueva fachada neoclásica que da a la plaza de Sant Jaume, en el siglo XIX, que mutiló parte de la antigua fachada gótica, y la puerta y el arco quedaron desplazados a un extremo. Pero todavía hay otros aspectos de la fachada que esconden anécdotas curiosas, por ejemplo, el banquillo en el que los visitantes suelen reposar. Este banquillo no era para sentarse, sino que era un podio que se había construido para ayudar a los miembros del Consejo de Ciento, el órgano de gobierno de la ciudad, a subir y bajar de los caballos, y los peldaños laterales eran una escalera que permitía subir al podio superior. La imagen de san Rafael que corona la puerta no es la original, ya que se rompió cuando se mutiló la fachada y, por lo tanto, actualmente lo que vemos es una réplica.
La fachada neoclásica (la principal de la plaza de sant jaume) la construyó Josep Mas i Vila entre 1831 y 1847, y pasó a ser la fachada principal del edificio, después de que se derrocara la iglesia de Sant Jaume, que dejó lugar a la plaza de Sant Jaume. El estilo de la obra es el neoclasicismo más austero y equilibrado, sin grandes ostentaciones. De todos modos, como en otras obras del género, hay tramos más “espectaculares”, que en el caso del Ayuntamiento es la parte central, que presiden el balcón, las cuatro columnas jónicas, el escudo de la ciudad en mármol y las estatuas que flanquean la puerta del rey Jaime I, (que creó el Consejo de Ciento en el siglo XIII), y el consejero en jefe Joan Fiveller.